domingo, 31 de enero de 2010

Vuela



Cerró los ojos. Tomó aire.

Y alzó el vuelo.

Batía las alas con fuerza, cada vez más rápido, y más. Y más.

Qué maravilloso era poder volar, ver como todo lo que conocía, lo que le había herido

durante tanto tiempo se hacía más y más pequeño en la lejanía de un suelo del que

había despegado las patas hacía rato.

Era una sensación realmente espléndida.

Espectacular.

Y liberadora.

Al fin era LIBRE.

Hasta que entendió que era un engaño.

Demasiado hermoso para ser real.

Y se dio cuenta.

Las plumas, negras como el carbón, comenzaron a desprenderse de su cuerpo y caer,

formando un sinuoso trazo, al vacío.

Una pluma. Y otra. Y otra más.

Era un espectáculo hipnotizante. Hermoso, a la par que siniestro y macabro.

Un joven muchacho se precipitaba al vacío, envuelto en una nube de plumas azabache

que trazaba espirales en torno a él.

Y su cuerpo, su alma y todo lo que allí existiese, dejó de tener vida en el momento

en el que sus ilusiones se estrellaron contra el pétreo suelo.

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