jueves, 16 de febrero de 2012

Libertad encadenada


Levántate y grita.
Grita por la libertad perdida, por la muerte intelectual acuciante.
Grita por la hegemonía ideológica imperante.
Llora por la falsa tolerancia; falsa empatía; falsa comprensión; falsa verdad. Falsedad.
Reivindica la sinceridad social y condena las mentiras piadosas. ¿Piedad? La piedad no existe, ni la clemencia: son productos de la credulidad inocente.
Inocencia, crece. Madura. Ya no eres; ya no estás. Te han arrebatado la esencia.
Desgarra tu garganta por la infancia moribunda; recuerda con iracunda ilusión una sonrisa tierna, una risa cantarina y una pregunta espontánea e ingenua. Ese espejismo es fruto de una realidad irreal, acabada. Esa sonrisa y esa pregunta tonta no volverán.
Tonto, despierta y vuelve a gritar. Abre los ojos y desgañítate por la decadencia de un pasado culturalmente glorioso y la llegada de un futuro plagado de cerebros podridos y sueños rotos.
Grita. Grita si quieres, pensando que habrá alguien escuchando. No eres el primero que lo intenta ni, desde luego, el último; pero grita. Grita, porque si no lo haces, el silencio nos consumirá y, a la hora de la verdad, además de imbéciles estaremos mudos.