jueves, 3 de marzo de 2011

Érase una vez un nombre


Érase una vez una joven llamada María a la que no le agradaba su nombre porque creía que era demasiado común y le venía pequeño.
Ella creía que con ese nombre, tan poco original, en un futuro nadie la recordaría, así que quiso modificarlo, alterarlo.
Se decidió por Ría, ya que Mari le parecía estéticamente imperfecto.
Sus apellidos tampoco le gustaban: Calvo y González. Uno era objeto de burlas y el otro el segundo apellido más común de su país. Pero resultaba que aquella joven conocía a una mujer que, sin un solo recurso, consiguió sacarse a sí misma y a sus hijos adelante; consiguió salir de un pueblo e integrarse en una gran ciudad, sin olvidar en ningún momento sus raíces. Esa mujer aguantó golpes que venían sin dejarla apenas respirar, pero superó las adversidades y se convirtió en una de esas mujeres a las que nadie olvida, tan importante que tienen asegurado siempre un sitio en el corazón.
Esa mujer se llamaba Filomena Maisanaba Lana. Esa mujer era su abuela. Y por eso y todo lo anterior decidió tomar su apellido como segundo nombre en el pseudómino.

Fdo: Ría Maisanaba