sábado, 3 de septiembre de 2011

Delirios de una noche de verano


Palabras. Palabras y recuerdos que vuelven una y otra vez.
Pesadilla recurrente de frenesí ambicioso.
Ambición avariciosa ante la lejanía de una meta autoimpuesta.
El fin justifica los medios.
Depositar la suela del calzado en el cráneo perdedor para vanagloria apoteósica personal y reír.
Reír hasta llorar. Llorar. Derramar lágrimas dulces hasta que la acidez del sudor salpique el pensamiento.
Pensamiento esforzado en recordar y recuerdos obsesionados con la placidez del olvido.
Olvido. La ausencia de un pasado hiriente, plagado de abrojos neuronales; cerbatanas de dardos envenenados con palabras agrias. El mismo olvido por el que suplicaba Julieta al desear borrar Montesco del nombre de su capricho hormonal de verano.
Olvido que termina por tornar en una soledad despectiva ante una vasta multitud de frivolidades.
Olvido que termina por volver a recordar. Otra vez.
Pesadilla recurrente.