domingo, 31 de enero de 2010

Maldición


Maldigo. Maldigo el momento en que te vi; el instante en que tus ojos y los míos se

fundieron en una sola mirada.

Maldigo aquel momento. Maldigo la ocasión en que, creyendo en tu embustera palabra,

me arrojé rauda a tus falsamente confortables brazos, creyendo, inocentemente,

encontrar en ellos algún consuelo o ingenua salvación.

Maldigo la noche en que, bajo la tenue luz de una torpe luna, me confesaste tus más

inconfesables secretos. Maldigo el momento en que confién en tus ojos acuosos, tus

palabras vacías y tu voz rota rogando perdón por el dolor que me causaste. Maldigo

ese dolor que me causaste, que ahora me desgarra por dentro, helando mis entrañas,

cada minuto, cada segundo. Cada pálpito, cada maldito latido de mi ya maltrecho

corazón es un sufrimiento insoportable, que hace que mis susurros se tornen gritos

silenciosos. Maldigo haberte amado. Maldición...

Te maldigo a ti.

Dolor


-Dime la primera palabra que encuentres en tu mente, Shayley. Sólo quiero ayudarte.
-Eso es sencillo-respondí-: dolor.
-¿Dolor? ¿Y cómo es ese dolor?- pensando, decidí contestarle y contárselo. Al fin y al cabo, era la única persona que aún no me había traicionado.
-Es... complicado. Es un dolor basado en una sensación, en un presentimiento. Es un dolor que nace de la duda, del propio dolor. Es un dolor infundado. Un sufrimiento psicológico que casi alcanza el dolor físico. Y necesito deshacerme de él, ¿lo entiendes? No puedo más. Necesito que se vaya, que se aleje. Quiero que desaparezca. Quiero ser capaz de hacer que se evapore...No puedo más. Todo esto me supera...
-¿Y por qué quieres deshacerte de él?- abrí los ojos, sorprendida. Para nada me habría esperado aquella respuesta-. No luches contra él. Deja que tu mente y tu cuerpo lo asuman, haz que forme parte de ti. Vive con el dolor, y te harás fuerte. Entonces, y sólo entonces, conseguirás que ese corazón que yace desmadejado y roto en un charco de sangre se haga del más frío de los hielos. Y no volverás a sentir nada más. Es eso lo que quieres, ¿no?
-Sí, supongo que sí...

Rutina


Rutina. Rutina. RUTINA.

Estudias, escribes, lees, hablas, caes, caes y luego te levantas. Lloras, ríes,

temes, anhelas.

Y te decepcionan.

Crees que nada puede ir mejor, y nada más pensarlo, todo pasa, todo cae.

Tu vida se rompe, y se pierden algunos pedazos de forma que, aunque intentes volver a

formar el puzzle, siempre te faltarán las piezas clave para completarlo.

Y encuentras una salida a la agonía, y buscas la compañía.

Y pierdes el tren.

Y eres incapaz de subirte en ningún otro por miedo a la repetición.

Y vuelves a la soledad.

Y tal vez encuentres a alguien con quien compartirla.

Y tal vez no.

Puedes ser feliz, y a la vez dejar de serlo.

Pero eso es cosa del destino, y del recuerdo de un año ya pasado.

No?

Vuela



Cerró los ojos. Tomó aire.

Y alzó el vuelo.

Batía las alas con fuerza, cada vez más rápido, y más. Y más.

Qué maravilloso era poder volar, ver como todo lo que conocía, lo que le había herido

durante tanto tiempo se hacía más y más pequeño en la lejanía de un suelo del que

había despegado las patas hacía rato.

Era una sensación realmente espléndida.

Espectacular.

Y liberadora.

Al fin era LIBRE.

Hasta que entendió que era un engaño.

Demasiado hermoso para ser real.

Y se dio cuenta.

Las plumas, negras como el carbón, comenzaron a desprenderse de su cuerpo y caer,

formando un sinuoso trazo, al vacío.

Una pluma. Y otra. Y otra más.

Era un espectáculo hipnotizante. Hermoso, a la par que siniestro y macabro.

Un joven muchacho se precipitaba al vacío, envuelto en una nube de plumas azabache

que trazaba espirales en torno a él.

Y su cuerpo, su alma y todo lo que allí existiese, dejó de tener vida en el momento

en el que sus ilusiones se estrellaron contra el pétreo suelo.

sábado, 30 de enero de 2010

Sombras


Encaramada a un árbol que dice ser pacífico, resguardada por las hojas de una palmera.
Huyendo de la luz de las farolas, amparada por las sombras discretas.
Visto el negro. Alzo la vista al cielo nocturno. Las estrellas no se dejan ver, se esconden tras un mar de nubes. No quieren que encuentre las respuestas a mis preguntas.
¿Qué respuestas?
¿Qué preguntas?
No hay, no existe fórmula o cuestión con una respuesta final.
No lloro, no pienso.
Me limito a existir, a buscarle un sentido a la vida.
Me limito a intentar encontrarlo.
Me limito a enorgullecerme de ello, desde luego.

viernes, 29 de enero de 2010

Lágrimas de sangre




Porque cuando mire al cielo nocturno de nuevo, no veré más ángeles blandiendo espadas de materiales endebles. Porque ahora...Ahora, las nubes cubren mi cielo, sin forma, grises como mi alma, y las estrellas que se esconden detrás, permanecerán ahí, detrás, escondidas, esperando que un nuevo sentimiento disipe las nubes.
La luna contempla el cambio desde lo alto, y las hojas de un limonero diferente a los demás caen, intentando disipar cierto sufrimiento y borrar el significado.
Porque los errores se pagan... Y olvidar no es tan fácil. Porque hay algo que prevalece, y algo que abandonó su lugar, en algún corazón descompuesto, para siempre...
Y a pesar de todo, se seguirá intentando...
Se hará uso de esa fortaleza que nace del dolor
Y se olvidará.
No?
Y mientras tanto, lloraremos lágrimas de sangre.